Porque, al querer amar
por la belleza del gesto,
el gusano de la manzana,
se desliza entre nuestros dientes,
se alimenta de nuestro corazón,
de nuestro cerebro y del resto,
vaciándonos lentamente.
Más cuando osamos a amar,
por la pura belleza del gesto,
ese gusano de la manzana
que se desliza entre nuestros dientes,
nos toca el corazón y el cerebro
penetrando su perfume hasta nuestro fondo.
Los amores pasajeros
hacen esfuerzos vanos;
sus caricias efímeras
fatigan nuestro cuerpo.
Los amores que duran
hacen a los amantes menos bellos;
sus caricias, al desgaste,
envilecen nuestra piel.
por la belleza del gesto,
el gusano de la manzana,
se desliza entre nuestros dientes,
se alimenta de nuestro corazón,
de nuestro cerebro y del resto,
vaciándonos lentamente.
Más cuando osamos a amar,
por la pura belleza del gesto,
ese gusano de la manzana
que se desliza entre nuestros dientes,
nos toca el corazón y el cerebro
penetrando su perfume hasta nuestro fondo.
Los amores pasajeros
hacen esfuerzos vanos;
sus caricias efímeras
fatigan nuestro cuerpo.
Los amores que duran
hacen a los amantes menos bellos;
sus caricias, al desgaste,
envilecen nuestra piel.
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